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Foto del escritorRafael jijena sanchez

27 años vs. 27 dias

Nelson Mandela supo pasar 27 años encarcelado y a nosotros, el sólo hecho de tener que borrar 27 días del calendario se nos hace una eternidad.

Pero bien podríamos actuar de manera mandeliana y aprovechar este tiempo extra para pensar y reflexionar sobre el sentido de la vida, el valor de la amistad, el manto solidario, las prioridades, la importancia del acompañamiento familiar, conscientes de que la vida a veces no nos da lo que queremos, sino lo que necesitamos

Mandela sabía que antes de actuar debía primero poner en orden sus pensamientos, madurar, comparar, meditar, recapitular, analizar una y mil veces cada tema y situación antes de dar a conocer el bando de batalla.

Pensar y repensar. Y él lo supo hacer mejor que nadie.

No se toma así no más la crucial decisión de adherir al magnánimo pensamiento de Desmond Tutu, su dilecto amigo y autor del libro ‘Sin perdón no hay futuro’.

En estos días aciagos, el recuerdo de su accionar, de alguna manera nos ofrece una mano, nos invita a meditar, a unirnos, conscientes de nuestra finitud y que entre parir y partir hay sólo una letra de diferencia.

Dentro de estas reflexiones seguramente debamos incluir el hecho de no buscar respuestas al por qué, sino más bien de encontrar sentido al para qué, pregunta más que válida para aplicar ante esta pandemia con carátula de castigo bíblico.

Por algo dicen que hay dos días importantes en nuestras vidas, el día en que nacemos y el día que entendemos para qué.

Mandela tenía la metódica rutina de hacerse la cama en todo lugar, en su casa, en su mínima celda y hasta en las suites presidenciales, desorientando a la maestranza pensando que su admirado presidente no había dormido.

Decidió perfeccionar, además, el acto más rutinario, como el simple hecho de lavar su ropa, elevándolo al altar de la perfección.

Estudiar la fricción exacta de la tela que mejor ayude a diluir el manchado, los distintos niveles de intensidad del frotado, la presión manual precisa sobre la tela, el golpeteo rítmico, el ablandamiento de las manchas secas, la infaltable media hora en remojo, la preservación de la tela de la tortura del retorcimiento y el saber distribuir el jabón, en forma pareja, en todas las áreas de la prenda. Toda una ciencia.

Flexión y reflexión es la clave y no abandonar la rutina.

Poder tener tiempo extra para reflexionar sobre la milenaria filosofía africana del Ubuntu, en dialecto zulú ’’Soy lo que tú eres…lo que a mí me pasa, te pasa’’ que Mandela supo aplicar tanto en su gestión pública como en su vida privada.

‘’Al salir por la puerta hacia la libertad sabía que si no dejaba atrás toda a ira o el odio, o el resentimiento, seguiría siendo un prisionero…’’ Mandela dixit.

En nuestro caso, nosotros no estamos prisioneros, sólo estamos preservados. Y no estamos solos.

Nos acompañan los seres más amados y los objetos más queridos con quienes convivimos, muebles, libros, adornos, esas mascotas inanimadas revestidas con la pátina de los afectos.

Tratar de interpretar qué nos querrá decir el Universo para haber desencadenado un cataclismo de tan mayúsculo impacto y poder doctorarnos en positivismo.

Sólo nos resta reflexionar sobre la heroica tarea de médicos y enfermeros.

La ‘V’ de la victoria que conforma el escote de los camisolines sanitarios nos habla de la entrega sin límites de estos héroes y la decisión de ponerle pecho a las balas luchando sin descanso contra el virus de testa coronada, enfrentados a la fáctica disyuntiva.

’Coronados de gloria vivamos o juremos con gloria morir.’’


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